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La noche ya se había echado encima aquel 26 de mayo de 2013 cuando, entre la tierra removida de un huerto de limoneros de la pedanía murciana de Alquerías, comenzaron a aparecer las primeras respuestas. En bolsas de basura rellenas de sosa cáustica los agentes de la Policía Científica hallaron los cuerpos desmembrados de un hombre y una mujer. Pocas dudas existían ya entre los investigadores del Cuerpo Nacional de Policía sobre la identidad de la pareja descuartizada cuyos rostros en carteles poblaban a esas horas las calles de media Murcia. Los holandeses Ingrid Visser y Lodewijk Severein habían sido brutalmente asesinados y comenzaban a trascender los detalles de un crimen atroz que en breve cumplirá doce años, muy lejos aún de desdibujarse en la memoria.
Trece días antes de que los policías comenzaran a mover la tierra de aquella parcela de tierra en Murcia, el 13 de mayo, el vuelo FR7523 de Ryanair, tomó tierra en el cercano aeropuerto de El Altet. De él desembarcan Visser, de 36 años, estrella de la selección holandesa de voleibol durante años, y su compañero, el empresario Lodewijk Severein, de 57. La pareja alquila un Fiat Panda 1.2 de color negro y se dirige al hotel Churra, en el centro de Murcia, donde han reservado una única noche. Les alojan en la habitación 202 donde ambos descansan hasta las ocho de la tarde cuando tienen una cita en su agenda que, sorpresivamente, pondrá fin a sus vidas.
Lodewjik Severin e Ingrid Visser en una foto que sus familiares difundieron para ayudar a encontrarlos tras su desaparición. RONALD HOOGENDORN
Lodewjik Severin e Ingrid Visser en una foto que sus familiares difundieron para ayudar a encontrarlos tras su desaparición. RONALD HOOGENDORN
Lodewjik Severin e Ingrid Visser en una foto que sus familiares difundieron para ayudar a encontrarlos tras su desaparición. RONALD HOOGENDORN
Los familiares de Lodewjik Severin e Ingrid Visser difundieron esta foto tras su desaparición por si alguien les veía
Lodewijk ha quedado con Juan Cuenca, el exgerente del Club Voleibol Murcia 2002 –donde jugó Visser–, con el que en los últimos tiempos se ha asociado para algún negocio. Con ese encuentro confía en que Cuenca le devuelva un dinero que le ha ido adelantando para constituir una sociedad con sede en Gibraltar, 'Granmar Stone Trade LTD'; y los 60.000 euros que le debe a Visser por la ficha de su última temporada en el club. Tienen que arreglar cuentas y espera marcharse con los deberes hechos.
A esas horas Cuenca se encamina ya a Murcia desde Valencia con los rumanos Valentín Ion y Constantin Stan, a los que planea utilizar para la parte más atroz del plan que lleva en mente. A Ion le había ofrecido unos 12.000 euros –solo le pagó 1.200– por ayudarle a ejecutar el crimen, según él mismo reconoció. Desde el coche llama a María Rosa, una vieja amiga a la que le había pedido días antes que alquilara una casa en el campo. Tras anunciarle la hora de llegada, cuelga y le manda un mensaje que resultará clave para la posterior investigación: «Compra bolsas de basura grandes y pequeñas, sosa cáustica y una radial. Borra mensaje».
Poco después Cuenca pasa con el coche a recoger a su amiga, que les debe llevar a la casa alquilada. Se encaminan hasta el centro comercial Vega Plaza, en Molina de Segura, donde los dos rumanos se detienen para hacerse con bolsas de basura, grandes cubos de plástico y productos de limpieza, como aguafuerte. Desde allí la mujer les conduce hasta un enclave aislado, en la pedanía molinense de El Fenazar, donde se levanta la Casa Colorá, una edificación de dos plantas con la fachada burdeos que se utiliza para fiestas y que pasará a la historia como el turbio escenario del 'crimen de los holandeses'.
Antes de marcharse Cuenca le pide a su conocida, como último favor, que recoja a una pareja junto al Pabellón Príncipe de Asturias, en Murcia, y la lleve a la Casa Colorá. La mujer se encamina al lugar de la cita donde una cámara de seguridad del tranvía capta, a las 20.22 horas, la última imagen con vida de la pareja. María Rosa deja a Ingrid y Lodewijk a las puertas de la casa de Molina donde les aguarda el exgerente del club de voleibol y no hay rastro de los dos rumanos. A las once de la noche Cuenca vuelve a llamar a su amiga para darle las gracias y anunciarle que se vuelve a Valencia. Los investigadores de la Policía llegan a la conclusión de que, a esa hora, Ingrid y Lodewijk ya yacían en el salón de la casa rural, molidos a golpes.
Los dos miembros de la pareja, según consta en la sentencia, fallecieron tras ser sujetados por Cuenca e Ion y recibir numerosos golpes, muchos de ellos en la cabeza. La autopsia reveló múltiples lesiones por todo el cuerpo y gran número de fracturas craneales y faciales. Los golpes, insiste la resolución, fueron dados «con objetos grandes, romos, duros y contundentes, utilizando una gran fuerza y violencia». Las opciones de defensa de ambos fueron nulas. La fiscal del caso, Verónica Celdrán, hizo hincapié durante el juicio en que ambos cayeron en una «trampa» y sufrieron «una muerte horrorosa, dolorosa y planeada».
Solo Ion, uno de los rumanos, ayudó a Cuenca a acabar con la vida de la pareja. La Justicia entendió que el otro acompañante, Stan, había llegado a la casa molinense tras aceptar una propuesta del principal acusado para realizar unos trabajos de albañilería. Una vez que entraron en la vivienda subió a la planta de arriba, permaneciendo ajeno al terrible crimen que se perpetraba en la planta baja. «Tras contarle lo sucedido los demás ocupantes de la casa, pues él lo desconocía», remarcan los jueces, accedió a colaborar en el descuartizamiento y enterramiento de los cuerpos de ambos.
Verónica Celdrán
Fiscal del caso
Los cadáveres de la pareja fueron trasladados en los días posteriores al crimen a un huerto en la pedanía murciana de Alquerías, a cuarenta kilómetros de la Casa Colorá. La tierra era propiedad de Serafín de Alba, un exfuncionario de Hacienda, amigo íntimo de Cuenca. Los jueces consideraron que éste dejó entrar al exgerente del club de voleibol y a los rumanos con la idea de que lo ayudarían a quitar el tocón de un limonero y que no fue consciente de que usaban su tierra para sepultar los cuerpos.
11.30 horas del 14 de mayo. En la clínica 'Tahe Fertilidad' de Murcia aguardan en vano la llegada de Ingrid y Lodewijk. Ambos se estaban sometiendo a un tratamiento de fertilidad y tenían prevista para ese día una ecografía que podía confirmar la buena nueva. Desde allí planeaban trasladarse a la localidad alicantina de Santa Pola, donde se alojarían antes de tomar al día siguiente, a primera hora, un vuelo de regreso a casa que despegó sin ellos. El hecho de que no volviesen al hotel y no acudiesen a esa cita hace saltar todas las alertas y sus familiares toman tierra pronto en Murcia para iniciar una búsqueda agónica de más de una semana que acaba con la peor de las noticias. La ciudad se empapela de carteles con las caras de la pareja y ya todo el mundo se pregunta en Murcia por el paradero de los holandeses.
Mientras tanto, con la denuncia de la familia ya en la mano, la Policía trabaja contra reloj para aclarar el caso. En la madrugada del domingo 19, los agentes interrogan por teléfono a Juan Cuenca, quien confirma que Lodewijk y él tenían negocios en común y que estaban buscando un hueco para verse. El 20 le toman declaración en Murcia y ofrece detalles del intento de venta de una cantera y de unos supuestos contactos de Lodewijk con la mafia rusa. El día 22, hacia las tres de la madrugada, un coche patrulla localiza el Fiat Panda alquilado por la pareja en una avenida murciana.
Un agente ahonda en el terreno donde fueron sepultados Ingrid y Lodewijk. LV
Lugar donde aparecieron los cuerpos desmembrados de la pareja holandesa. NACHO GARCÍA
Un agente ahonda en el terreno donde fueron sepultados Ingrid y Lodewijk. LV
Lugar donde aparecieron los cuerpos desmembrados de la pareja holandesa. NACHO GARCÍA
Un agente ahonda en el terreno donde fueron sepultados Ingrid y Lodewijk. LV
Lugar donde aparecieron los cuerpos desmembrados de la pareja holandesa. NACHO GARCÍA
Agentes de la Policía Judicial y de la Científica en la madrugada del 26 al 27 de mayo, momento en el que aparecieron los cuerpos
Lugar donde aparecieron los cuerpos desmembrados de la pareja holandesa
Los investigadores comienzan a tener ya firmes sospechas del exgerente del club de voleibol y piden autorización al juez para pinchar su teléfono. A las 18.13 horas del día 24 los agentes captan una conversación con María Rosa, en la que ella le expresa su preocupación por la suerte de los holandeses. Su amigo le responde contundente: «Ese asunto no va contigo». Los agentes también detectan esos días otros diálogos con Ion, que le exige dinero.
La operación se precipita cuando María Rosa, que ya no soporta más la presión, confiesa a la Policía que llevó a la pareja más buscada de Murcia hasta la 'Casa Colorá' por indicación de Cuenca. La inspección que la Policía Científica realiza de la edificación no deja lugar a dudas: existen restos de grandes manchas de sangre por el salón. El exgerente del Club Voleibol Murcia 2002 es detenido en Valencia y, aunque en un principio niega su participación en el crimen, sí reconoce haber ayudado a enterrar a la pareja, señalando el huerto de Alquerías.
Juan Cuenca
Autor material de las muertes
Condena: 34 años
Valentín Ion
Ejecutar el asesinato
Condena: 34 años
Constantin Stan
Descuartizar los cadáveres
Condena: 5 meses
Juan Cuenca
Autor material de las muertes
Condena: 34 años
Valentín Ion
Ejecutar el asesinato
Condena: 34 años
Constantin Stan
Descuartizar los cadáveres
Condena: 5 meses
Juan Cuenca
Valentín Ion
Constantin Stan
Autor material de las muertes
Ejecutar el asesinato
Descuartizar los cadáveres
Condena: 34 años
Condena: 34 años
Condena: 5 meses
Juan Cuenca
Valentín Ion
Constantin Stan
Autor material de las muertes
Ejecutar el asesinato
Descuartizar los cadáveres
Condena: 34 años
Condena: 34 años
Condena: 5 meses
Los arrestos se van desencadenando uno tras otro y los principales acusados ingresan en prisión provisional a la espera de rendir cuentas con la Justicia. Lo hacen tres años después, en septiembre de 2016, cuando arranca en la Audiencia Provincial, ante un jurado popular, una de las vistas más esperadas de los últimos tiempos. Cuenca es condenado a penas que suman 34 años de cárcel tras asumir que planeó el crimen y ofreció hasta 12.000 euros a Ion para que acabase con la vida de la pareja aludiendo que temía hasta dónde podía llegar el empresario holandés a la hora de reclamarle esa supuesta deuda. La misma pena –34 años– se le aplicó a Ion, que acabaría falleciendo en prisión el pasado año. Stan, por su parte, solo afrontó cinco meses de cárcel por encubrimiento y De Alba salió exculpado.
Casi doce años después del 'crimen de los holandeses', que sacudió la Región, Cuenca, su principal condenado y el único que continúa en prisión, aguarda ya la concesión de su primer permiso penitenciario. El exgerente de club de voleibol, que está cerca cumplir un cuarto de su condena, ha remarcado en varias veces su arrepentimiento.
Créditos
Diseño: Lidia Carvajal
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Carlos G. Fernández y Leticia Aróstegui
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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