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Cincuenta años desde que un matrimonio alemán se lanzara a dejar atrás su país para emprender en Salamanca. Cincuenta años desde que se convirtiera en la rutina para los militares que trabajaban en el cuartel que se ubicaba enfrente. Cincuenta años desde que el bar Garrido acogió el bar Azul en la calle María Auxiliadora. «La historia empieza el 3 de marzo de 1975», comienza Iván, la segunda generación del negocio. Y es una buena forma de empezar a presentar el bar porque para él, más que un negocio, es la historia de su familia; una familia trabajadora.
«Vinieron mis padres de Alemania -fueron inmigrantes-, compraron el local con los ahorros que tenían e iniciaron este proyecto», adelanta. En 1975, un matrimonio que esperaba un hijo se aventuró a cambiar de país y atreverse con un sector, para ellos, desconocido. «Mi madre quería dar a luz ya en España y se vinieron para acá, pero no sabían nada de hostelería», explica Iván. Todo parecía ir en contra pero tenían algo para que cambiara el rumbo: «Ganas de trabajar». Con ese ingrediente indispensable arrancaron un proyecto que ahora cumple medio siglo.
Y, aunque reconoce que la hostelería no es como ahora, pone en valor el sacrificio de sus padres en los años setenta. «Es verdad que antes eran cafés y vinos y poco más, pero lo que les ha llevado al éxito ha sido el esfuerzo y el sacrificio». Porque los principios no fueron fáciles. «Fueron duros los primeros años hasta que empezó a funcionar poco a poco», comenta Iván. El cuartel que se ubicaba en lo que ahora es El Corte Inglés fue un incentivo durante los primeros años. «Se fue rodando y progresivamente, cada vez fue a más», explica.
Iván es testigo de esa evolución. Desde pequeño se ha criado entre bandejas y buena parte de los recuerdos de su infancia son en el bar. «Siempre me ha gustado la hostelería, recuerdo que de pequeño me subía a una caja de cervezas para llegar a la barra», comenta emocionado. Ese niño creció y, sin darse cuenta, se convirtió en el adulto que servía las cañas. «Mi padre se jubila en 2009 y desde entonces llevo yo el local», añade. Echa la vista a atrás y reconoce que nada tiene que ver con lo que mamó de pequeño.
«Ahora tienes que estar renovándote continuamente, innovando, moviendo pinchos...», enumera. La teoría la conoce y no duda en llevarlo a la práctica para hacer del Azul, una referencia en pinchos. Y la barra, repleta de ellos, es una buena muestra de que lo que dice es cierto. «Gracias a Dios los vendemos todos los días, tenemos más de 50 pinchos», asegura. Combina lo tradicional que introdujeron sus padres -«el bacalao, el morro rebozado y la jeta asada»- con algunas incorporaciones progresivas «-pulpo, huevos rotos, tostadas, hamburguesas-....». Y con lo tradicional y lo novedoso presumen de ser «tu bar de pinchos en Garrido».
Medio siglo da para un sinfín de anécdotas. Sin embargo, a Iván se le viene a la cabeza una que refleja que el Azul es realmente un lugar para encontrar la calma. Firma de discos de El Barrio en El Corte Inglés, pero antés, un café en el Azul. Se quita el sombrero y nadie es capaz de reconocerlo. «Pasó desapercibido totalmente, se quitó el sombrero y nadie se dio cuenta de que era él». Al rato, sin embargo, formó colas para conseguir esa ansiada firma plasmada en un cd. «Aquí estaba delante de todo el mundo y nadie se percató, solo yo», recuerda. El cantante de El Barrio que, sin sombrero, es José Luis Figuereo Franco tomando tranquilamente un café en el Bar Azul.
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