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Fecha: 10 de septiembre de 1997. Ubicación: Plaza de la Isla de la Rúa. Nombre inicial: La Rúa 6. Hace casi tres décadas, el Doze no era el Doze que conocemos y la Rúa tampoco era la calle que ahora transitan miles de turistas. Hace casi 30 años cuatro amigos se lanzaron a abrir un local en un punto conflictivo de la ciudad. Ahora es una de las zonas más codiciadas de Salamanca y el Doze, uno de los restaurantes referentes en la capital. «Empezamos con hamburguesas, tablas y copas, éramos jóvenes y era muy divertido», explica Víctor, uno de los socios fundadores.
Con ellos cambió también la dinámica del bar. La evolución personal de los socios llevó también a una madurez del local. «Pasamos de una comida más rápida a una cocina mediterránea de calidad con toques orientales mucho más cuidada», comenta. Y es que cada salto que ha dado el Doze era consecuencia de distintas zancadillas que obligaban a brincar o a caer. «Hemos pasado tres crisis, una pandemia, obras en la rúa que nos hicieron pasar años muy complicados y a todo nos hemos adaptado», asegura.
Precisamente, ese cambio en la Rúa fue una de las temporadas más complicadas para el Doze y, sin embargo, la renovación de la vía también trajo consigo una época dorada. «Aquí pasaban los coches y aparcaban y durante los primeros años del bar era una zona de Salamanca muy complicada; ahora es de las más nobles pero no siempre fue así», asegura. También el traspaso de algunas facultades lejos del centro de Salamanca les obligó a tomar decisiones. «Era una zona de paso para estudiantes e igual en una tarde podías poner 1.300 cafés pero al hacer el campus, tuvimos que cambiar el concepto del local», añade.
Un establecimiento muy permeable a cualquier cambio que se produjera en la cotidianidad de Salamanca, y también en el país. La rápida reacción ante estas transformaciones les ha llevado a la resistencia durante casi treinta años. «También sufrimos las consecuencias de la crisis económica. Nuestro público salió muy mal parado y tuvimos que cambiar la categoría de los platos y proponer tickets medios más bajos para que la gente se lo pudiera permitir», explica.
Y una de las adaptaciones más recientes y más bruscas: la pandemia. «Empezamos a vender comida a domicilio porque era la única opción que había, ahora ya eso se ha extinguido», asegura Víctor. El renovarse o morir como lema perenne de este establecimiento. Tras superar el covid, el local experimentó un pico de ansias por reunirse que aún no ha cedido. «La gente tenía ganas de celebrar, ahora hacemos eventos y funciona muy bien el tardeo porque se intenta aprovechar el día», asegura.
Esa superviviencia al sector y a todos los vaivenes les ha permitido estar presente en los momentos especiales de distintas generaciones. «Hiciste la preboda de los padres, el bautizo de la niña y ahora estás haciendo la celebración de la boda de esa niña», comenta Víctor emocionado. En esos momentos se hace aún más palpable que «ha pasado el tiempo» pero que lo ha hecho, muy bien acompañado. «Siempre estaremos agradecidos a los clientes que hemos tenido, de todo tipo, pero que nos han apoyado en todo momento», concluye.
Esa fidelidad de los clientes y el tesón de los trabajadores que hacen posible la dinámica diaria les ha llevado a obtener varios reconocimientos: Mejor Tapa Entre Panes (2024), Mejor Pincho en Armonía con Mahou (2022), Primer premio en el Concurso Micogastronómico (2021), Torrija de Plata (2018) o Premio al Mejor Bar de Castilla y León (2017). Casi a una distinción por año que abalan que su permanencia en la hostelería de Salamanca, no es cuestión de suerte.
Lo que se dice un estreno por todo lo alto. El día antes de abrir las puertas del Doze, se prendió parte del local. «Se quemó la zona de abajo y tuvimos que reconstruirla», explica. Una inauguración donde los amigos, en vez de brindar, se pusieron el mono de trabajo. «Vinieron todos nuestros amigos y nos ayudar a colocar, a limpiar y a quitar las manchas», comenta Víctor. Ese arranque podría haber sido una señal de mal fario, pero sus 30 años hacen pensar que, quizás, fue su amuleto de la suerte.
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